La expresion - Mario

16 de julio de 2012

| | |
Milton Estomba había sido un niño prodigio. A los siete años ya tocaba la Sonata N. 3, Op. 5, de Brahms, y a los once, el unánime aplauso de critica y de publico acompaño su serie de conciertos en las principales capitales dd America y Europa.
Sin embargo, cuando cumplio los 20 años, pudo notarse en el joven pianista una evidente transformación. Había empezado a preocuparse desmesuradamente por el gesto ampuloso, por la afectación del rostro, por el ceño fruncido, por los ojos en éxtasis, y otros tantos efectos afines. El llamaba a todo ello "su expresión".
Poco a poco, Estomba se fue especializando en "expresiones". Tenía una para tocar la Patética, otra para Niñas en el Jardín, otra para la Polonesa. Antes de cada concierto ensayaba frente al espejo, pero el publico frenéticamente adicto tomaba esas expresiones por espontáneas y las acogía con ruidosos aplausos, bravos y pataleos.
El primer síntoma inquietante apareció en un recital de sábado. El publico advirtió que algo raro pasaba, en su aplauso llego a filtrarse un incipiente estupor. La verdad era que Estomba había tocado la Catedral sumergida con la expresión de la Marcha Turca.
Pero la catástrofe sobrevino seis meses mas tarde y fue calificada por los médicos de amnesia lagunar. La laguna en cuestión correspondía a las partituras. En un lapso de 24 horas, Milton Estomba se olvidó para siempre de todos los nocturnos, preludios y sonatas que habían figurado en su amplio repertorio.
Lo asombroso, lo realmente asombroso, fue que no olvidara ninguno de los gestos ampulosos y afectados que acompañaban cada una de sus interpretaciones. Nunca mas pudo dar un concierto de piano pero hay algo que le sirve de consuelo. Toda ya hoy en las noches de los sábados, los amigos mas fieles concurren a su casa para asistir a un mudo recital de sus "expresiones". Entre ellos es unánime la opinión que su capolavoro es la Appasionata.

0 opiniones: